lunes, 21 de noviembre de 2016

Humo



Es la primera vez que vengo a este bar. No reconozco la decoración; las paredes están pintadas con colores claros, y hay vigas de madera envejecida, y, colgadas entre ellas, ilustraciones de algún libro que me recuerdan algo, pero que veo difuminadas y borrosas.
En la mesa, frente a mí, hay un café cortado en una taza blanca, con un bombón en el platillo, y puedo sentir el aroma del chocolate que se derrite. Levanto los ojos y me encuentro con la mirada de los suyos, esa forma de mirar que sólo tiene él. Amable, cariñosa. Me hace sentir bien y querida, y, por alguna razón, me hace sentir triste, muy triste.
Aparta sus ojos un momento para encender un cigarrillo, y el humo nos separa un momento, una cortina leve entre él y yo, y cuando vuelve a mirarme ve mi gesto de contrariedad.
- No pasa nada, no te preocupes. Después de todo, lo mío ha sido un linfoma, - dice, con una sonrisa, y añade, mientras me despierto entre lágrimas, - y esto no es más que un sueño.