viernes, 29 de agosto de 2008


Intenté parar el reloj,
aunque sé que el tiempo no se detiene.
Pensé en lo que he vivido contigo,
y en lo que queda por venir.
Y mientras reflexionaba comprendí
que todo lo que soy ahora,
lo que sé, lo que ignoro, lo que espero,
no es más que una parte del camino
para llegar a él.
El latido del reloj mide ahora tus horas,
confundido tu sendero en el mío,
ausencias y momentos compartidos que extraño,
que van formando el álbum que guarda mis recuerdos,
por un momento tuyos, y tuyos para siempre.

martes, 26 de agosto de 2008

Nocturnal

Hoy no ha sido un buen día, y casi estoy deseando que termine. Empezó de madrugada, cuando me desperté y me tuve que levantar en busca de un poco de agua, o de aire, o de algo... Supongo que no era más que aprensión, las típicas reacciones al dolor, como siempre me pasa en estos días... Además, había soñado, un sueño absurdo, casi pesadilla, en el que me hablaban en susurros; sin color, y en medio de la lluvia. Un sueño urbano, con el sonido de los coches sobre el asfalto mojado como fondo, oscuro y nocturno.
Así que me desperté enredada en las sábanas, con la frente caliente y los labios secos, y me puse a dar vueltas por la casa. En la pared, el termómetro marcaba 27º. Tampoco era para tanto, pero el agua me pareció tan fría, casi helada, que me temí que me hubiera subido la fiebre. Pero tampoco era eso, simplemente era calor.
Me senté en la terraza, buscando algo de brisa. El cielo, encapotado de nubes, me ocultaba las estrellas. Sin saber muy bien porqué, comencé a pensar en cambios, en deseos pasados y en el porvenir. Hacía ya unos días que alguien me había preguntado qué esperaba yo de la vida, si es que esperaba algo, y ahora me parecía que la respuesta estaba ahí, al alcance de la mano, pero invisible, como a veces se nos esconden las cosas cuando las tenemos enfrente...
De repente, una ráfaga de viento descorrió las nubes, y una estrella brillante se mostró entre los jirones blancos. Y pensé que yo, que era antes galerna y velero ahora quiero ser puerto y faro y destino seguro.
El dolor me ha acompañado todo el día, pero todo es cuestión de acostumbrarse. Así ha de ser, es el don y la maldición de cada luna que pasa. De todas formas, espero la mañana, mañana, cuando desaparezcan por completo la melancolía y la tristeza, o al menos se retiren un tanto, hasta la próxima vez.

lunes, 4 de agosto de 2008

Calor...

Dicen que es por la entrada de aire venido de África, nada que ver con el calentamiento global, un simple movimiento de las capas de la atmósfera que hace que el termómetro suba, y suba, y alcance los 40º sin ningún tipo de compasión.
Yo, que de meteorología entiendo lo mismo que de física cuántica, me imagino ese viento caliente atravesando las dunas, creando un mar de arena amarilla, soplando hacia el Norte, cruzando el mar, y entrando, oportunista, entre dos capas más frías, azules ellas, que se estremecen al sentir su caricia de fuego. Y cuando llega a mí, un poco menos cálido, el soplo ardiente es ya una brisa que seca, en un instante, las gotas de agua que caen sobre mi espalda, y que me recuerdan la caricia de tus dedos.
No queda lugar donde esconderse. Sólo el chapoteo intermitente en la piscina, agua azul, agua blanca, la sombra artificial del toldaje, la sombra verde de los álamos en el césped, reseco a pesar de los riegos...
Me siento al borde del agua, y salpico, como si fuera una niña, con los pies, mientras espero el cambio, el aire fresco que, tarde o temprano, sacudirá los álamos, venido de la sierra. No hay prisa. Todo cambia, nada permanece.