martes, 30 de septiembre de 2008

Otra vez por aquí...


Vuelvo tras un paréntesis en el que he dejado transcurrir el tiempo como el que tiene un caudal inagotable, soy una derrochadora impenitente… Escasa la última entrada y con visos de predicción sobre lo que a día de hoy es la realidad de mi alma: otra vez he vuelto a mis rutinas, a pesar de intentar con todas mis fuerzas hacer cumplir ese refrán, en mi caso absurdo: “un clavo saca a otro clavo…”
Falso de toda falsedad: no hay quien arranque de mi corazón el amor que sigo sintiendo por Morgil, ese fuego que me devora, y por mucho que lo intento, por mucho que he puesto de mi parte, soy incapaz de dejar de sentirle muy dentro, tanto que no le alcanzan ni el paso del tiempo ni la entrega a otros brazos. Dice el adagio que, en el amor, no basta con atacar, sino que hay que tomar la plaza, y en mi caso la plaza estaba ya rendida a mi dulce enemigo, sin que tuviera que disparar ni una salva… Qué le vamos a hacer. Como ya saben mis Lectores Constantes, para mí el amor tiene más parte de sufrimiento que de alegría. Vivo envuelta en la amarga manta de la indiferencia de un hombre que ni siquiera ha pretendido ser indiferente, simplemente es así.


Tu amor,
un clavo oxidado
en la tabla de mi corazón.


Y qué me importa nada… Continúo mi camino, como el corazón me dicta. Quizás un día aprenda a escuchar a esa voz interior que es más mi propia voz que la mía, que me dice que las cosas no van a cambiar, que soy suya a pesar mío, a pesar suyo, y que tiene que ser algo muy fuerte, un terremoto afectivo, una explosión cósmica, lo que me haga cambiar.
Hasta entonces, seguiré intentando ser yo misma, haciendo las cosas a mi modo, equivocándome, aprendiendo… Es la única forma que conozco de vivir.

lunes, 22 de septiembre de 2008

Cuanto más lejos...

Cuanto más lejos estoy de él, más cercano le siento...

Por que, ¿para que engañarme? Todo lo que me lo recordaba, me lo sigue recordando...

Me cruzo por la calle, una rua lejana en una ciudad portuaria, con alguien que se le parece, o que no se le parece, pero que camina con la misma ligereza, un andar gatuno, la cabeza levantada, ese perfil de moneda romana que me encoge el corazón... Y le recuerdo, y le siento.

Y no me importa que yo no le importe. Eso es verdadero amor, me temo.


"...occhi di sole mi bruciano in mezzo al cuore..." (Gianna Nannini: "Maravigliosa creatura")