Se han cubierto las mañanas de brumas y el Otoño,
los dorados días del Otoño se marchan
llevándose la luz tardía entre los árboles
que sueñan con la carga verde y nueva de sus ramas.
La lluvia que golpea el cristal de mi ventana
es la nieve futura que auguran las montañas.
Parece que no fuera a volver la Primavera,
ni los cielos de Estío, luminosos y azules,
cargados en la noche de estrellas peregrinas,
brillantes como joyas entre el ramaje verde.
Y yo, sentada ahora ante el recuerdo,
pienso en si pasaré otro Invierno sin tus brazos;
si, en la Primavera, llevada de tu mano
caminaré en la hierba más nueva, y si el Estío
me traerá agua marina y el sabor de tus besos.
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