Hablamos.
Hablo contigo.
Por el puro placer de oír tu voz.
No importa que no diga
que te echo tanto de menos que me duele,
que quiero tocarte, mirarte a los ojos
y decirte muy bajito que te quiero.
Lo mismo, adivino, que tú quieres decir.
Y en vez de eso
hablamos del tiempo,
de lo que pasa en la calle,
un poco de todo y de nada,
cubriendo el río de sentimientos mutuos,
al que no podemos dar cauce todavía,
que es mejor mantener secreto
porque así duele menos.
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