Lo razonable sería
rendirme.
Que la marea que sube
me arrastre mar adentro
y me confunda
con el resto.
Pero yo me levanto,
con mis días malos y buenos;
con esos ojos azules entrevistos
marcando mi horizonte;
con mi propia voz
susurrando su nombre,
que es como una oración,
antes de dormirme.
Lo razonable es
seguir adelante.
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