Se han quedado enredados tantos versos,
y tantas cartas aún por escribir.
Se han parado relojes y tormentos,
el mismo corazón vuelve a latir.
Duele el hueco de ausencia,
duele el aire
que se cuela por esa cerradura.
Pero la llave es mía, siempre es mía,
y mío el privilegio de entregarla.
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