viernes, 8 de febrero de 2008

Café, café siempre...

¿Café o té? Sin dudarlo, siempre, café.
Ésto me recuerda no a la magdalena de Proust, sino a la respuesta de Bond, el inefable 007, a la misma pregunta en la novela Goldfinger, refiriéndose al té: "Eso es barro"... Bravo, James...

Posiblemente, mi afición por el café proviene de la rama materna de mi familia. Mi madre, que jamás leerá estas entradas, ya que odia cordialmente el internet y sólo usa el ordenador (este ordenador) para chatear con su nieta, no sabe, la pobre, que este carácter mío que a ella le resulta cuanto menos problemático es, en gran parte, culpa suya, ya que alimentó mi ya de por sí calenturienta imaginación con cuentos terrorificos, (cosa que me encantaba), en mi infancia más temprana y me enseñó a leer cuando apenas tenía tres años, y modeló mis gustos y aficiones a razón de los suyos, intentando evitarme lo que ella considera sus defectos.

Así que cuando a ese bagaje se añadieron mis propios defectos y mis escasas virtudes, más el otro 50% que genéticamente me legó mi padre, (otro empedernido lector, como mi progenitora), el resultado era obvio.

Ahora vuelvo al principio de la entrada, para añadir que, a pesar de relacionarme muy bien con mis semejantes, no soy de naturaleza sociable, (como tampoco soy de naturaleza reflexiva, si vamos a ello), sino que desde niña he preferido como compañeros a esos personajes de ficción que conocía a través de los libros, a los que llegué a querer y a los que todavía quiero. Adoro a mis amigos, pero he de reconocer que tengo que obligarme, (es la gata perezosa que habita en mi alma), a salir y hacer visitas, y es gracias a la generosidad de esos amigos que los conservo. Por instinto, me siento muy unida a todos ellos sin necesidad de alimentar la continuidad del vínculo. Pero la amistad, como el amor, se debilitan si no hay un roce, una llamada, una visita... Y luego están esos días en los que necesitas que te escuchen o un consejo. Y eso vale tanto...
Mis amigos de papel, negro sobre blanco, no pueden darme ese consuelo, ni pedirlo, por lo que mantener el vínculo es fácil. Pero, en el transcurso de los años, me he dado cuenta de que, en ocasiones, tengo que volver a tal o cual libro, como cuando se nos antoja comer algo salado, porque en sus páginas alguien va a decirme algo que necesito oir...
También es parte de ese vínculo el que haya presentido lo que ocurrirá con tal o cual personaje. Pongo por ejemplo el de la cita que corona la entrada. Siempre supe que sería de los míos, cafetero. Como siempre supe, (hasta que me lo confirmó Chesterton), que Flambeau terminaría sus días de apache en España. O como, ante la indignación de mis amigos, defendí a Severus Snape desde el primer libro... Porque yo sabía que era un alma atormentada, y eso sólo puede darse cuando alguien es inteligente y, a la vez, tiene conciencia... (O será, como dice Mora, porque me gustan los canallas...)
Visto esto y reflexionando, me doy cuenta que la respuesta correcta a la pregunta que dió lugar a esta entrada no es café o té. ¡Es TINTA!

4 comentarios:

Fin de los Tiempos dijo...

¿Tinta? ¿Me va a hacer quedar con un libro? :P

Alawen dijo...

O con un calamar...

Fin de los Tiempos dijo...

Mire lo del calamar no se me había ocurrido, pero casi prefiero con un libro.

Aguador dijo...

Pues hay que agradecer a tu santa madre que sigas tan bicho como entonces, porque de otra forma ni te tendríamos con nosotros ni disfrutaríamos con tus estupendas historias...

xDDDDDDDDD

Saludos,
Aguador