miércoles, 19 de marzo de 2008

Reflexión


Estos días de recogimiento, de oscura contemplación de lo Divino y lo humano, entre la tristeza y la esperanza, el alma parece encontrar un gusto agridulce en repasar cosas que la memoria, como si fuera un enemigo cruel, se empeña en recordar...
Mientras la parte más elevada de mí mira hacia lo alto, a la Cruz, y se detiene en el sacrificio de Uno que redime a todos, ese otro ser, oscuro pasajero, que me habita, se retuerce y pugna por salir. Porque conoce bien y en carne propia el precio del dolor... y lo aprovecha. Se alimenta del silencio, y se viste con jirones de sombra. Y crece, toma forma, se agiganta... para morir la mañana de Pascua, cuando la Luz ilumina sus ojos vacíos, y una voz grita: "¡Ha resucitado!", y se cubre de Amor y de Gloria la Tierra...

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