
No me apetece lo más mínimo saber lo que pasa a mi alrededor, no quiero tener noticias de lo que ocurre fuera de este mundo interior, mío, en el que estoy acurrucada, escuchando a Annie Lennox cantar por el amor de un vampiro, y deseando que alguien, (él), me envuelva en su abrazo y me bese en los labios, o beba mi sangre. Tanto da. Tanto unos como la otra son suyos, y se los entrego sin reservas.
Mi ángel oscuro, ese que hace que mi corazón comience a latir tan deprisa como el de un pájaro al que se sostiene en la mano; el mismo que se esconde en mis sueños, que no muestra su rostro. El que me acompaña desde hace tanto... Aquel que me llevaba de la mano por un sendero entre los árboles, invisibles los dos para los que nos cruzaban, hasta el lugar que era su tumba y nuestro lecho... El amante de una amada que no sabía lo que era amar, pero que hubiera preferido sus dientes en la garganta a todos las caricias que no fueran suyas...
Mi Desconocido, sólo el recuerdo vago de unos ojos claros que se clavaban en los míos, una voz grave y dulce que decía mi nombre, un caminar en sueños, unas lágrimas derramadas que empapaban mi almohada y que, una vez despierta, me hacían llorar otra vez por su amor...
Qué deliciosa sensación, tener la certeza de que, cada noche, volvería a mis sueños, y ¿por qué no?, yo a los suyos, y encontrarnos en esa encrucijada entre lo real y lo onírico, en esa duermevela en la que siempre esperaba despertar en otro lugar, en otro tiempo, junto a él; y ni siquiera me importaba si en la vida o en la muerte...
¿Cuando vendrás, Viajero del alba, Lucero de mi cielo, dulce Guía, a recorrer despacio mis senderos? Sin tí mi noche está como dormida...
Mi ángel oscuro, ese que hace que mi corazón comience a latir tan deprisa como el de un pájaro al que se sostiene en la mano; el mismo que se esconde en mis sueños, que no muestra su rostro. El que me acompaña desde hace tanto... Aquel que me llevaba de la mano por un sendero entre los árboles, invisibles los dos para los que nos cruzaban, hasta el lugar que era su tumba y nuestro lecho... El amante de una amada que no sabía lo que era amar, pero que hubiera preferido sus dientes en la garganta a todos las caricias que no fueran suyas...
Mi Desconocido, sólo el recuerdo vago de unos ojos claros que se clavaban en los míos, una voz grave y dulce que decía mi nombre, un caminar en sueños, unas lágrimas derramadas que empapaban mi almohada y que, una vez despierta, me hacían llorar otra vez por su amor...
Qué deliciosa sensación, tener la certeza de que, cada noche, volvería a mis sueños, y ¿por qué no?, yo a los suyos, y encontrarnos en esa encrucijada entre lo real y lo onírico, en esa duermevela en la que siempre esperaba despertar en otro lugar, en otro tiempo, junto a él; y ni siquiera me importaba si en la vida o en la muerte...
¿Cuando vendrás, Viajero del alba, Lucero de mi cielo, dulce Guía, a recorrer despacio mis senderos? Sin tí mi noche está como dormida...