martes, 8 de septiembre de 2009

Nadie como tú


Miro la luna, una luna creciente que mueve mis mareas, y, mientras la contemplo, iluminando el mar con su luz de plata, pienso en ti.
Siempre pienso en ti, haya o no luna. Qué más da. Te llevo dentro, eres el Oscuro Pasajero que me habita, ese que se cose, como la sombra, a mis pasos. El que deseo, el que quiero, el que necesito. El que no está.
Nadie como tú me conoce. Nadie sabe de mí tanto como tú, ni nadie logrará hacerme sentir como tú lo haces. Ni hacerme temblar con tan sólo mirarme, estremecerme, quedar sin voluntad propia, como haces tú.


Me encuentro caminando por una calle conocida; es mediodía, el sol está en lo más alto, y siento su calor y su beso, mientras recorro la acera hasta doblar una esquina, una esquina que, me doy cuenta de pronto, nunca ha estado ahí hasta ahora, y entonces comprendo que estoy soñando y sonrío, porque sé que enseguida te encontraré.
La calle, en mi sueño, desemboca en el campo, y mientras intento cruzarla, una manada de animales, no sé si son vacas o ciervos, la ocupa completamente, impidiéndome el paso. Estoy parada en la acera, deseando pasar a la opuesta, cuando, entre los ciervos,(o las vacas), veo venir un caballo negro como el azabache, que se acerca, se acerca, se acerca como nadando en una marea de pieles tostadas. Sus ojos, dos espejos oscuros, me miran, y sé que el caballo soy yo, y un momento después estoy montada sobre él, sin silla ni estribos, ambos uno: amazona y montura fundidas en un mismo ser...

(Continúa otro día...)

1 comentario:

José Manuel Guerrero C. dijo...

Delicioso sueño. El mundo de los sueños es un buen lugar para desear lo imposible, bueno, a veces se hace posible, pero las menos. O no, que diría D. Mariano.
Me encanta la ilustración que has subido. Las mujeres hace tiempo que dejasteís de coger los libros de esa manera...o no?
Un saludo guapa.
Y no me eches mucha cuenta.