Como no sólo de drama viven las doncellas elfas, he tenido ocasión de pasar un agradable rato en compañía de uno de mis amigos de antes, de los tiempos en los que aún era inocente, además de salvaje y libre, aunque la inocencia, me temo, se perdió... Hablando y hablando, salió el viaje aquel, a las Islas Afortunadas, cuando pasé la mejor semana de mi vida hasta ese momento, y de donde me traje los mejores recuerdos que una puede tener: amigos para siempre...
Luego, sola en casa, vino el mirar las fotos de aquellos días soleados, y entre todas las cosas que volvieron conmigo de ese viaje encontré un poema.
Habíamos estado circunvalando la isla, despacito, para que nos durase todo el día, con la ruta sin trazar pero con el destino muy claro: el acantilado de Los Gigantes, (en el que Marta y yo habíamos estado ya, una mañana), para que el resto de la expedición lo conociera...
Así que, después de pasar por un bar en el que probé la cerveza tostada, (dicho sea de paso, me confundieron con una "guiri" y el camarero se dirigió a mí en alemán...), recorrimos la carretera sinuosa, y llegamos, bastante mareados, a Puerto de Santiago, donde aterrizamos, dejamos los vehículos y caminamos hacia los Acantilados propiamente dichos.
Como he contado, ya habíamos estado allí, por la mañana. Nadie nos había hablado de la marea, y nosotros, pobres criaturas desterradas en los yermos páramos del interior, nos encontramos que, por la tarde, la bonita playa en forma de media luna que deja libre la bajamar no existía ... Siempre se aprende algo, viajando. Y, de todas formas, el acantilado era tan bonito que no pensamos demasiado en ello...
Ahora viene la historia del poema. Estabamos tan a gusto, juntos, sin ninguna preocupación, jugando con las olas, cuando, sin previo aviso, me asaltó el recuerdo de M., que estaba a miles de kilómetros sin acordarse, por supuesto, de mí. Y entonces me dí cuenta de que estaba enamorada o de que creía estarlo, (nunca se me ha dado bien diferenciar ambas cosas), y casi tuve prisa por volver al hotel y escribir ésto:
Fue entonces, entre rocas, subiendo la marea,
cuando tuve, de pronto, la certeza absoluta.
Yo esperaba ese golpe, el golpe del Destino,
y he aquí que me descubro pensando en el amigo,
el gentil compañero de mis horas de escape,
"l'acqua alta chi sostiene il mio cuore stanco".
Arena negra y roca volcánica cercaban
"l'acqua alta", y mis ojos se volvían al Norte,
donde brilla tu estrella, amado. Y en mi cielo
una mano de viento descorrió los nublados,
y fueron conjunción tu planeta y el mío
3 comentarios:
Hay sentimientos que quedan muy lejanos en la memoria pero muy vivos en el corazón
Hay recuerdos que nunca pasan de largo, ¿verdad?
Querida amiga, Te ruego pases por mi blog, te espera una sorpresa...
http://arcendo.blogspot.com/2008/02/estamos-de-enhorabuena-premio-arte-y.html
SALUDOS.
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