martes, 5 de mayo de 2009

Un día cualquiera...


Metro de Madrid, linea Circular, estación de Sáinz de Baranda. 14:47 horas. Vagón prácticamente lleno, casi todo el mundo va leyendo algo: un libro, un periódico, un folleto de los Testigos de Jehová sobre el fin del mundo... Todos menos yo, que bastante tengo con sujetarme a la barra superior, intentando poner el mínimo de mí en la operación, mientras sostengo el abrigo y una carpeta con el otro brazo. Por supuesto, el calor ha apretado hoy, y el abrigo no ha sido otra cosa que un estorbo a partir de las 11 de la mañana...
A mi lado, un cincuentón bien conservado, barbita entrecana y gafas bifocales, intenta sin éxito coordinar la lectura de "El Ocho" con la tarea de mantenerse agarrado a la misma barra que yo. Él, al ser más alto, lo tiene más fácil. Además, no lleva portafolios ni nada que se le parezca, me pregunto si trabajará en algo que le permita salir a la calle únicamente con lo puesto, o si estará en el paro o habrá cedido a eso que llaman prejubilación...
Las puertas del vagón se abren, y bajan algunos pasajeros, entre ellos la anciana que ocupaba el asiento frente a mí. El hombre a mi derecha cierra el libro y me hace un gesto amable, para que ocupe el asiento. Me quedan sólo dos paradas, mejor me quedo en pie, llevo toda la mañana sentada y es agradable estirarse de vez en cuando, cada curva del Metro, sobre las propias piernas. Le digo que gracias, a la vez que niego con la cabeza, y le sonrío porque es la primera persona amable con la que me he cruzado hoy, al menos conscientemente. Él tampoco ocupa el asiento, lo cede a otra anciana que acaba de entrar, deprisa, casi con el silbato del cierre de puertas.
El vagón se vuelve a poner en marcha. Mi nuevo amigo de las barbas mira alrededor, luego se fija en mis manos, en las suyas, y con voz grave, simpática, me dice:
- ¿Tú no lees?,- es una forma como otra cualquiera de entablar conversación con una completa desconocida, pero me parece una pregunta bastante tonta. Un nanosegundo después, me acuerdo de que, antes, le he sonreído, así que ahora me pongo seria para responder.
- No, no leo.
Tengo que comentar aquí una frase de mi hermano mientras contemplábamos la Capilla de la Real Orden del Cardo, en la Catedral de Edimburgo: "Nosotros deberíamos ser miembros de pleno derecho", dijo, en voz baja. Y es que ambos tenemos el mismo carácter...
Mientras pienso en esto, mi interlocutor ya ha encontrado una frase para continuar con la conversación, y la suelta en plan "¿estudias o trabajas?":
- ¿Y eso?
- Me mareo en el transporte público, - miento, pero es que cualquier otra respuesta me parece demasiado trillada. Gracias a Dios, el tren ha llegado ya a mi estación, y, con una inclinación de cabeza hacia mi desconocido, me bajo en el andén, dispuesta a olvidarlo todo excepto que, al llegar al coche, todavía me quedará casi una hora de camino para volver a casa.

6 comentarios:

José Manuel Guerrero C. dijo...

A ver chiquilla, esto es literatura ficción o es realidad, poruqe ahora no se si darte un consejo de consultor sentimental o analizar empiricamente este texto tan bien escrito, sea lo que sea, me ha gustado mucho. Yo también echaré votos para la Real Orden del Cardo, tengo motivos.
Abrazo alawen.

Alawen dijo...

Bate, me alegra que te haya gustado, esto me ha pasado hoy, o sea que es la realidad pura y dura...
También me gusta que seas uno de los nuestros, de aquí a nada nos vemos con el cardo bordado hasta en la ropa interior...
Besos

CHOPINGO dijo...

Me ha gustado mucho.

Alawen dijo...

Chopingo, ¡muchas gracias! Me alegro de tenerte aquí, compartiendo los juguetes.
Un abrazo

Bettina dijo...

Chica ! qué ameno relato!
Alawen. Le darías 100 vueltas a las "Almudenas" y encima....un Planeta, lleva un premio en Euros,importante, no?
Hala ! anímate, enséñales cómo se escribe un buen relato y "fórrate" un poco, que de más.....no estará..jejeje..!

Alawen dijo...

Bettina, gracias, me alegra que te guste, ya iré contando más cosillas así...
Besos