domingo, 31 de julio de 2011

Secreto



Pasa la fiesta, todavía no tengo ganas de dormir. Llevo desde las seis de la tarde con estos amigos, a los que no veía desde hace tanto... Me parecen más viejos y gastados, imagino que yo les he parecido igual: ya no soy la estudiante que conocían, la muchacha que se reía por todo, la confidente... Ahora soy una mujer adulta, a pesar de mi complejo de Peter Pan. La prueba de que no somos los mismos es que ya hace media hora que se fueron, apenas es la una y cuarto de la madrugada... Reconozco que la piscina cansa mucho, y que hemos hablado, y hablado, y hablado con una pausa cada pocas frases para comer. Mi salmorejo les ha gustado a todos, y hemos recordado mi primera fiesta, aquella en la que comimos cangrejos de río, que ninguno de ellos ha podido olvidar. Me han mirado todos, esperando mi reacción, porque en aquella ocasión estaba él, y ellos saben lo que él fue para mí, pero les he dicho que me había llamado para disculparse, lo que es mentira: me respondió con un lacónico "lo siento, no puedo" al email que le mandé, pero tampoco me apetece que crean que le echo de menos o que me importa si viene o no. Gracias a Dios, los mojitos les han hecho cambiar de tema y mirar hacia adelante...
No les he contando nada de ESTO, de mi otro yo, o de mi yo, de la que soy. Ninguno conoce mi secreto. Así tiene que ser. Hay cosas que sólo se comparten con algunos, con vosotros, que me podéis entender. Para ellos, Alawen no existe.
Se han marchado casi en tropel, como si tuvieran prisa por volver a sus vidas. Todos han sugerido que deberíamos reunirnos más a menudo. Yo me he limitado a sonreír. No podría soportar una reunión como ésta cada mes. No sé de qué podría hablar con ellos, cuando se acabaran los recuerdos...
El último en salir ha sido S. Como siempre, él ha puesto la nota de humor, trayéndome una caja enorme de Ferrero Rocher de esos versión verano, que todos saben que odio. La carcajada ha sido unánime al ver la expresión de mi cara al desembalarla del bonito papel en que venía envuelta. En la puerta, me ha hecho reír otra vez, se ha reído también y luego se ha puesto serio. Cuando le he abrazado para despedirme, me ha estrechado muy fuerte contra sí y me ha besado, en la mejilla, deteniéndose un momento, para dejar resbalar sus labios hacia los míos. Durante una fracción de segundo, como en el mundo de Matrix, el tiempo se ha detenido, han pasado un millón de pensamientos por mi mente, y he bajado la cabeza, para no hacerle sentir mal apartándome. Me ha tenido junto a él, su barbilla en mi frente, y creo que ha sonreído antes de decirme adiós y dejarme detrás de la puerta, con una sensación agridulce, como de traidora de película; me han dado ganas de decirle que era por su bien, que sólo soy un recuerdo amable al que aferrarse, que no tengo corazón...

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