miércoles, 19 de diciembre de 2007

Ausencias (I)

Quedan cinco días para Navidad, y mientras espero la llegada, mañana, de mi hermano y su mujer, acompañados de mi sobrinita de 8 meses, no puedo evitar acordarme de los que ya no están, los que han ido dejando un hueco que no se cubre aunque lleguen otros. Supongo que la familia es una mesa alrededor de la cual se van añadiendo sillas conforme va creciendo, pero en la que permanecen vacías las que quedaron vacantes.
Este joven que mira con descaro y confianza a la cámara, es mi padre. Ya hace mucho que dejó su puesto en la mesa, y durante los primeros años de su ausencia, el dolor por la separación fue muy fuerte, al principio, pero luego se acalló en parte, ya que las propias vivencias suelen ocupar todo el tiempo y se relega el sufrimiento a la parte de atrás de la memoria. Por desgracia, sólo se puede confinar un tiempo. Por experiencia sé que cuando se llega a la edad adulta se perdonan todos los defectos de los padres, como si volvieramos a la infancia más inocente e inexperta, y sólo se contempla el hueco en las comidas navideñas, en los aniversarios, o en las bodas. Y las lágrimas corren otra vez, como mientras escribo, emborronando la pantalla.
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Mi padre: 07/05/40 - 02/04/85

3 comentarios:

Fin de los Tiempos dijo...

No creo que sirva de mucho, pero hace unos años mi abuelo, antes de fallecer, me dijo que nadie muere hasta que el último de sus seres queridos le ha alejado de su memoria. Mientras, siempre vivirá en los corazones y recuerdos de su gente.

Alawen dijo...

Supongo que su abuelo tenía razón, que nadie muere del todo hasta que es olvidado...

Fin de los Tiempos dijo...

Pues asegúrese de no olvidarle nunca y así siempre estará con usted.

Y reciba un fuerte abrazo de sus seguidores y dé más materia para leer :)