No es muy bueno, ya lo sé, y no es lo que merece. Morgil no necesita mis palabras, de todas formas. Él, como su nombre, es oscuro y cerrado, y sin embargo yo veo esa luz que guarda, celosamente, en su interior; miro y en su armadura, (esa que ha creado para defenderse y que al final se ha convertido en un arma de doble filo, porque mantiene fuera todo, lo mismo lo bueno que lo malo), las junturas dejan escapar un rayito de lo que es. Y porque a veces, al mirarle a los ojos, hasta casi ahogarme en su mirada, he vislumbrado al Morgil que hay detrás, el que se esconde de todos los demás.
No es corriente que una criatura como yo, una elfa del bosque, sienta lo que siento por un elfo oscuro. No es corriente, digo, pero no es imposible. Mi corazón suele volar, como una de mis flechas, hacia la Oscuridad, porque está en mi naturaleza. Y nadie lo diría, cuando miran mis ojos del color de las olas, o mi aspecto amable, y juzgan el libro por la portada o por las primeras líneas. Bondad, candor, inocencia. Pero en mi interior también hay un Morgil, una estrella oscura que alimenta la mejor parte de mí, que pocos conocen. Y que se trasluce, también, a través de mi armadura, porque presiento que él ha mirado dentro, con esa intuición que tienen las almas forjadas en los mismos moldes, (dolor, soledad, desamor), y ha visto algo de su propio corazón.
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