martes, 20 de octubre de 2009


Tus dedos, como los dedos de la lluvia, me recorren la espalda.
Tus finos, delicados dedos; esas manos que reconozco al instante,
sólo con sentir su tacto.
Tus manos, tus brazos que me envuelven;
tus brazos, que me someten,
gentilmente, dulcemente, contra tu pecho,
y escucho latir tu corazón al compás del mío,
mientras mis lágrimas se secan contra tu camisa;
mis lágrimas como la lluvia de Otoño.
Y tú y yo somos sólo lluvia.

2 comentarios:

Bettina dijo...

Precioso....! para encuadernar ya...

José Manuel Guerrero C. dijo...

Digo lo que dice Bettina, y digo más. Estás sembrada, Ana.
Creo que te gusta tanto la lluvia como a mi, no?
Un besote.