Tus dedos, como los dedos de la lluvia, me recorren la espalda.
Tus finos, delicados dedos; esas manos que reconozco al instante,
sólo con sentir su tacto.
Tus manos, tus brazos que me envuelven;
tus brazos, que me someten,
gentilmente, dulcemente, contra tu pecho,
y escucho latir tu corazón al compás del mío,
mientras mis lágrimas se secan contra tu camisa;
mis lágrimas como la lluvia de Otoño.
Y tú y yo somos sólo lluvia.
Tus finos, delicados dedos; esas manos que reconozco al instante,
sólo con sentir su tacto.
Tus manos, tus brazos que me envuelven;
tus brazos, que me someten,
gentilmente, dulcemente, contra tu pecho,
y escucho latir tu corazón al compás del mío,
mientras mis lágrimas se secan contra tu camisa;
mis lágrimas como la lluvia de Otoño.
Y tú y yo somos sólo lluvia.
2 comentarios:
Precioso....! para encuadernar ya...
Digo lo que dice Bettina, y digo más. Estás sembrada, Ana.
Creo que te gusta tanto la lluvia como a mi, no?
Un besote.
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