
Esto no es siempre así. Por causa de alguna ignota maldición cósmica, tengo algunos parientes lejanos, no todos del género femenino, que suelen llevar preparada una batería de preguntas contra mí cuando los encuentro en algún acto social, (por desgracia, casi siempre en un entierro).
El número de preguntas que contesto ha ido disminuyendo con el paso de los años, ya que bien por razón de rapidez mental, (ellos están ya mayores y un tanto gagá, mientras que yo estoy aún a cierta distancia de la completa madurez), o por pura lógica, hay cosas que se preguntan a una edad y se dan por supuestas en otra.
Habitualmente, las tres preguntas estrella son: “¿Tienes novio?”,(en mi caso, al llegar a cierta edad, hay una variante: “¿te has casado?”), “¿Trabajas?”, (ésta es la adaptación del “¿Que estudias?” de hace unos años), y por último, una que siempre me deja perpleja: “¿Te sacaste el carné (de conducir, se entiende)?”, (por algún motivo que desconozco, deben considerarme incapaz de hacerlo, porque leo la suspicacia en sus miradas cuando les respondo afirmativamente...)
Una vez pasado el trámite con tres monosílabos, que han ido variando con los años, huyo de ellos recordando siempre el chiste aquel del que comenzó a responder a sus tías, que le preguntaban cuando iba a tomar ejemplo en las bodas, haciéndoles la misma pregunta a ellas en los entierros.
Todo esto viene a colación de un fin de semana agotador en el que lo que podría haber sido un simple encuentro de desconocidos, se convirtió en una maravillosa reunión con la familia. Esa familia que no tiene nada que ver con la sangre, y cuyos miembros elegimos entre los que nos rodean: LOS AMIGOS.
Imagen: Corazón de chocolate....