"Una lágrima.
Una gota de fría humedad recorrió su mejilla... ¿Una lágrima? ... La percepción se le despertó como un gato perezoso, lentamente, y con ella el recuerdo y la comprensión. No, no era una lágrima, no podía serlo... Debía ser agua, porque ahora la notaba correr sobre su cuello, no una sino muchas gotas, resbalando por sus pechos, su vientre, sus piernas...
Una parte de su mente deseó que aquello fuera pasajero, para volver a dormir. Pero algo la alarmaba, esa misteriosa conciencia del peligro inminente que se apoderaba de su capacidad de razonar y la convertía en puro y simple instinto... Con esfuerzo levantó una mano, la palma hacia arriba, y tocó el raso. Estaba empapado y chorreaba sobre todo su cuerpo... ¿Qué sería lo siguiente? “El lodo,- pensó, - el barro entrará y me envolverá...” Aquella idea hizo que se decidiera y salió por completo de su trance. Sin abrir los ojos, (“¿para que?”, - se preguntó con ironía), tanteó a través de la tela, desgarrándola hasta tocar la madera del costado, que cedió al segundo embate de su puño cerrado... Un par de empujones más y todo el brazo derecho quedó libre... Tenía el cuerpo entumecido, tanto que casi no podía moverse, pero ahora que notaba la caricia de un soplo de brisa que venía de fuera se reanimó y, girando sobre sí misma, salió y se dejó caer sobre la piedra... El alivio la recorrió como una corriente de energía: había un hueco, después de todo... Estaba empapada, con barro hasta los codos, pero libre.
Abrió los ojos. Ahora estaba segura: estaba libre y estaba despierta. Había vuelto.
Había vuelto. Las cosas no podían ser mejor. Además, había dejado de llover y anochecía.
Afuera brillaban las estrellas".
Una gota de fría humedad recorrió su mejilla... ¿Una lágrima? ... La percepción se le despertó como un gato perezoso, lentamente, y con ella el recuerdo y la comprensión. No, no era una lágrima, no podía serlo... Debía ser agua, porque ahora la notaba correr sobre su cuello, no una sino muchas gotas, resbalando por sus pechos, su vientre, sus piernas...
Una parte de su mente deseó que aquello fuera pasajero, para volver a dormir. Pero algo la alarmaba, esa misteriosa conciencia del peligro inminente que se apoderaba de su capacidad de razonar y la convertía en puro y simple instinto... Con esfuerzo levantó una mano, la palma hacia arriba, y tocó el raso. Estaba empapado y chorreaba sobre todo su cuerpo... ¿Qué sería lo siguiente? “El lodo,- pensó, - el barro entrará y me envolverá...” Aquella idea hizo que se decidiera y salió por completo de su trance. Sin abrir los ojos, (“¿para que?”, - se preguntó con ironía), tanteó a través de la tela, desgarrándola hasta tocar la madera del costado, que cedió al segundo embate de su puño cerrado... Un par de empujones más y todo el brazo derecho quedó libre... Tenía el cuerpo entumecido, tanto que casi no podía moverse, pero ahora que notaba la caricia de un soplo de brisa que venía de fuera se reanimó y, girando sobre sí misma, salió y se dejó caer sobre la piedra... El alivio la recorrió como una corriente de energía: había un hueco, después de todo... Estaba empapada, con barro hasta los codos, pero libre.
Abrió los ojos. Ahora estaba segura: estaba libre y estaba despierta. Había vuelto.
Había vuelto. Las cosas no podían ser mejor. Además, había dejado de llover y anochecía.
Afuera brillaban las estrellas".
(Algunas lineas de "Los días sin sol"...)
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